El o la docente -si quieren ofrecer clases de calidad- deben aplicarse, además, en otros aspectos más tradicionales, pero no por ello menos importantes y decisivos en el logro de una clase exitosa. Por ejemplo, la puntualidad. Es una práctica que proporciona consistencia a las clases: el alumnado se siente correspondido y respetado. El maestro o la maestra, siendo puntuales, ofrecen una imagen de seriedad y disciplina.
A veces, esta falta de rigor en la puntualidad se trata de justificar con cierta campechanía o una determinada manera de ser. No son otra cosa que disfraces de conveniencia.
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